Publicado en PRIMERA GUERRA MUNDIAL

PRIMERA GUERRA MUNDIAL…………..100 años – 1914-2014………………..

EL MUNDO CAMBIANTE

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5. IMPRESCINDIBLES. LA GUERRA Y LA CULTURA

Entusiasmo exagerado y decepción absoluta

Virginia Hernández

Artistas, escritores, dramaturgos, arquitectos o músicos se vieron arrollados por una contienda que cambió todo y al que en la mayoría de los casos se entregaron sin reservas

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Los años de efervescencia que precedieron y siguieron a la Gran Guerra noquearon por completo a los artistas que vivieron, entre trincheras y patriotismo, el fin de un mundo y el comienzo de otro. Pintores, poetas o escritores de todos los bandos se entregaron de lleno a una aventura romántica, una catarsis colectiva, que demostró ser una carnicería de la que Europa tardó en recuperarse. Si acaso alguna vez lo hizo del todo.

Máquinas, armas, destrucción, raíces ancladas en el pasado y el sentimiento de pertenencia a una nación que el sufrimiento y las pérdidas dramáticas de vidas y de rumbo arrancarían de golpe. Comienza el verdadero siglo XX. Nada será como era.

Arte en guerra

Sumario 

‘Metrópolis’, de George Grosz. | Museo Thyssen-Bornesmiza

Destacaría ‘Metrópolis’ (1916-17), la gran obra maestra de George Grosz. Es una imagen apocalíptica del caos del fin del mundo que supone una ciudad como Berlín

Guillermo Solana, director del Thyssen

Las vanguardias fueron el preludio de que todo cambiaría. Los esquemas estrictos ya no servían y entre la mayoría de los creadores de aquellos días reinaba la sensación de que la guerra iba a servir para provocar una gran renovación colectiva. «Enseguida se mostró no como una empresa caballeresca ni como un sueño romántico, sino como la primera guerra mecanizada con rasgos más siniestros y devastadores que nunca», describe Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornesmiza.

Las matanzas en masa, las crisis nerviosas, el uso de gases, los millones de muertos y las decenas de miles de seres completamente destrozados… «La guerra obligó a los artistas y a los escritores, a los intelectuales europeos, a replantearse la idea de civilización y de ahí, clarísimamente, nació Dadá. Todos sus primeros miembros eran desertores o pacifistas de aquella guerra. Nació toda la revisión crítica profunda: por la derecha, con el retorno al orden; y por la izquierda, con el Surrealismo. Había que examinar los fundamentos de una civilización que había conducido a esa hecatombe global», analiza Solana sobre una crisis que, después de un espejismo de entusiasmo en los años 20, condujo al ascenso de los totalitarismos y al estallido de la Segunda Guerra tan poco después.

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Artistas llenos de caos y pesimismo

«Si tuviese que recuperar una muestra de aquellos años destacaría ‘Metrópolis’ (1916-17), la gran obra maestra de George Grosz», asegura Solana. Un cuadro que, por cierto, cuelga en las paredes del Thyssen. «Es una imagen apocalíptica del caos del fin del mundo que supone una ciudad como Berlín. En las calles hay una suerte de tumulto, de pánico de las masas que está muy influido por los futuristas italianos y los expresionistas alemanes. El acontecimiento central del cuadro es un entierro en el que nos damos cuenta de que el cochero es un esqueleto y los convocados con también cadáveres. Esta gente que corre enfebrecida son como zombies, como sonámbulos que no saben adónde van».

 

MÚSICA Y DANZA

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La danza supuso vanguardia y los Ballets Rusos, de Serge Diaghilev, fueron su principal exponente. ‘Los Ballets Rusos de Diaghilev, 1909-1929′

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Los compositores están buscando nuevas formas y nuevos lenguajes, y la danza se convierte en un arte de absoluta vanguardia. No sólo Manuel de Falla, Stravinski y tantos otros también acuden al ballet para encontrar esa nueva simplicidad que tanto buscan

Joan Matabosch, director del Teatro Real

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Tanto el expresionista Grosz (1893-1959) como muchos de sus contemporáneos —de Marinetti a Braque, de Dix a Breton— vivieron la guerra en el frente. El pintor, que concibió el arte como un arma, fue primero voluntario y después causó baja, le llamaron de nuevo a filas y finalmente fue excluido del servicio tras sufrir dos crisis nerviosas muy serias. «’Metrópolis’ es una expresión de la histeria, de la situación de trauma extremo en que la guerra puso a Europa y particularmente a las grandes ciudades. Paradójicamente, el conflicto fue un tremendo unificador de Europa. Estaba rota, pero fue más una tras esta experiencia», concluye Solana.

 

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Una guerra que zanjó de raíz el optimismo previo. Evolución y modenidad que pulverizarían cualquier dificultad. Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, destaca la danza sinuosa de la bailarina estadounidense Loie Fuller (1862-1928), captada por los hermanos Lumière a finales del siglo XIX. «Me recuerda bastante ‘El mundo de ayer’, de Stephan Zweig, el mundo del optimismo, el mundo lúdico previo a la Primera y la Segunda Guerra Mundial, un mundo de explosión de las artes extraordinaria», apunta sobre el fin de una época que sólo estaba empezando.

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Las nuevas tecnologías, en definitiva el progreso, iban a suponer una victoria del hombre: «Ese fue el sueño del cual nos despertaron las dos guerras mundiales. De ahí que algunos historiadores como Eric Hobsbawm digan que el siglo XX empezó realmente con el 14 y terminó en el 89 con el fin de la Guerra Fría».

FRENTE Y PINCELES

Sumario 

‘Autorretrato como soldado’, de Kirchner. ‘The Great War in Portraits’ (National Portrait Gallery). © Allen Memorial Art Museum, Oberlin College, Ohio

Siempre ha habido ambigüedad entre poder y arte

Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía

El sufrimiento trae un aspecto negativo, negro, a las artes. El responsable del Reina Sofía señala como muestra el cambio de temática de Pablo Ruiz Picasso (1881-1973). El primer Cubismo del que él y George Braque fueron los principales exponentes «expresa el mundo y aprehende el tiempo», pero el gran conflicto llena las obras del malagueño de monstruos y elementos con enorme carga teatral. Él, como Guillermo Solana, también señala el Dadá y su anarquía. «Hay un antes y un después en el 14. No sólo a nivel social y político, sino también a nivel artístico», subraya.

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Es el inicio de un ciclo trágico. Los artistas cambian la euforia de progreso con la depresión por lo ocurrido. Muchos maldicen la guerra y otros tantos se entregan en los brazos de los totalitarismos. «Siempre ha habido una cierta ambigüedad entre poder y arte», continúa Borja-Villel sobre un hecho incuestionable.

«Un continuo que también ocurrió durante los años 20 y 30 —prosigue—. Los futuristas italianos llegaron a reclamar a Mussolini como el gran futurista. Para los artistas, el principio de la Gran Guerra había sido comouna especie de limpieza generaluna ilusión que duró muy poco. Es el periodo de gran conflicto y de gran cambio».

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